UN TESORO
EN VASOS DE BARRO
“Porque hermanos,
no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en
Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal
modo que aun perdimos la esperanza de vivir. De hecho tuvimos en nosotros
mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en
Dios que resucita a los muertos” (2 Co. 1:8-9).
“Así que,
teniendo esta intención, ¿procedí acaso con inconstancia? ¿O lo que pienso
hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí sí, sí y no, no?” (v. 17).
“Porque si yo os
contristo...” (2:2a).
“Y esto mismo os
escribí...” (v. 3a).
“Porque por la
mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no
para que fueseis contristados, sino para que conocieseis el amor desbordante
que os tengo” (v. 4).
“¿Comenzamos otra
vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de
cartas de recomendación para vosotros, o de parte vuestra?” (3:1).
“No que seamos
competentes por nosotros mismos para considerar algo como de nosotros mismos,
sino que nuestra competencia proviene de Dios” (v. 5).
“Pero tenemos
este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y
no de nosotros. Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros,
mas no sin salida; perseguidos, mas no abandonados; derribados, pero no
destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (4:7-10).
“Porque asimismo
los que estamos en este tabernáculo gemimos abrumados; porque no quisiéramos
ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida”
(5:4).
“De manera que
nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne” (v. 16a).
“A través de
gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como engañadores, pero
veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí
vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre
gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas
poseyéndolo todo” (6:8-10).
“Porque de
cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestra carne, sino que
en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (7:5).
“Mas yo Pablo ...
estando presente soy tan poca cosa entre vosotros, mas ausente soy osado para
con vosotros” (10:1).
“Porque aunque me
gloríe en cierto modo más abundantemente de nuestra autoridad, la cual el Señor
nos dio para edificaros y no para derribaros, no me avergonzaré” (v. 8).
“Porque, dicen,
las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la palabra
menospreciable” (v. 10).
“Pero pienso que
en nada he sido inferior a aquellos superapóstoles. Pues aunque sea inexperto
en el hablar, no lo soy en el conocimiento; en todo y por todo os lo hemos
manifestado” (11:5-6).
“Y para que la
excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue
dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a
fin de que no me enaltezca sobremanera: respecto a lo cual tres veces he rogado
al Señor que este aguijón me sea quitado. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia;
porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me
gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda
tabernáculo sobre mí ... Porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”
(12:7-9, 10b).
“Porque las armas
de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas ante Dios para derribar
fortalezas” (10:4).
Pablo en 2 Corintios
Al leer 2
Corintios detenidamente en la presencia de Dios, parece que vemos dos personas,
a Pablo en sí mismo y a Pablo en Cristo. Todo lo que Pablo habla desde el
capítulo uno hasta el trece concuerda con este principio. Si resumimos el
mensaje que Pablo comunica en este libro, podemos enunciarlo con las palabras
que él usó en el capítulo cuatro: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro”.
En el capítulo uno vemos que este tesoro es puesto en vasos de barro. Desde 3:1
hasta el final del libro, vemos el vaso de barro, por un lado, y el tesoro por
otro. Después de leer estas palabras, veremos espontáneamente en la luz de
Dios, que el vaso de barro no impide que el tesoro resplandezca. El vaso de
barro no oculta el poder del tesoro.
Vemos en el libro
a una persona. Como ya se ha dicho, 2 Corintios es el libro del Nuevo
Testamento que tiene un carácter más personal. Muchas epístolas están llenas de
doctrina, verdad, y revelación. Muchas van desde el punto de vista de Dios
hasta nuestro punto de vista. Pero 2 Corintios es el único libro del Nuevo
Testamento que nos muestra la clase de persona que Dios usó para transmitir Su
revelación. Si no tuviéramos el libro de 2 Corintios, nunca habríamos conocido
a Pablo mismo. Sabríamos lo que llevó a cabo, pero nunca nos habríamos enterado
de este ministerio. En 2 Corintios se muestra su ministerio, y por éste
conocemos al hombre. Vemos que él era un vaso de barro.
El cristiano
ideal
Cuando llegué a
ser cristiano, tenía mi propio concepto acerca de lo que es un cristiano ideal,
y procuré cuanto pude ser esa clase de cristiano. Pensaba que si tan sólo
pudiera alcanzar el ideal que había concebido, alcanzaría la perfección. Quería
ser perfecto, pero tenía mi propia idea de lo que es ser un cristiano perfecto.
Pensaba que si yo alcanzaba esta norma, sería perfecto. Me imaginaba que un
cristiano perfecto debía sonreír desde la mañana hasta la noche. Si lloraba, me
parecía que no era victorioso y que estaba derrotado. Hasta pensaba que estaba
mal. Creía que un cristiano debía ser osado, temerario y valiente al enfrentar
toda clase de situaciones. Si un cristiano tenía temor, yo decía que le faltaba
fe. Yo afirmaba que tal cristiano no era perfecto porque no confiaba en el
Señor. También pensaba que un cristiano perfecto nunca estaba triste. Si veía a
una persona triste, dudaba que fuera perfecta. Podría mencionar muchos otros
conceptos, pero no es necesario. Creo que muchos de los hermanos y hermanas
jóvenes tienen ideas de lo que es un cristiano. No estoy criticando a nadie por
ello, ya que yo mismo pensaba así.
Pablo era un
hombre
Un día leí el
pasaje de 2 Corintios donde dice que Pablo estaba triste. Me pregunté: “¿Estaba
Pablo triste?” Luego leí que derramó muchas lágrimas. Y dije para mí: “¿Lloró
Pablo?” Leí que Pablo sufría y estaba triste. Y dije: “¿Sufrió Pablo y estuvo
triste?” Vi que estuvo tan abrumado que hasta perdió la esperanza de vivir.
Pregunté: “¿Estuvo Pablo desesperado? Al seguir leyendo, vi que hay muchas
cosas que nunca había pensado. Nunca se me había ocurrido que una persona como
Pablo podría tener esos problemas. Empecé a notar que los cristianos no son
otra categoría de ángeles. Dios no puso un linaje de ángeles sobre la tierra y
los llamó cristianos. También empecé a ver que Pablo era igual a nosotros; no
estaba en una categoría superior a nosotros. Pablo era una persona de las que
conozco; no era una persona rara. Pude darme cuenta de que él era un hombre.
El tesoro se
manifiesta
en vasos de barro
Muchas personas
tienen su propia idea de lo que es un cristiano ideal. Tengan presente que este
ideal fue creado por nosotros, no por Dios. Esta clase de cristiano no existe,
y a Dios no le interesa que seamos así. Aquí nos encontramos con un vaso de
barro, pero la característica especial de este vaso es que en él se ha
depositado un tesoro. El tesoro trasciende y eclipsa al vaso de barro,
manifestándose desde dentro del vaso. Esto es lo que significa ser cristiano.
Vemos en Pablo, a un hombre que tuvo miedo pero que al mismo tiempo era fuerte.
Su corazón fue abrumado pero tenía esperanza. Rodeado por enemigos pero no
capturado. Aunque fue perseguido, no se sintió rechazado ni desechado. Fue
derribado, pero no estaba destruido (2 Co. 4:7-9). Vemos sus debilidades, pero
cuando él era débil, entonces era poderoso (12:10b). El llevaba en el cuerpo
por todas partes la muerte de Jesús, pero la vida de Jesús se manifestaba en su
cuerpo (4:10). Era calumniado, pero tenía buena fama. Parecía que engañaba a
otros, pero era veraz. Aparentemente no era famoso, pero todos lo conocían.
Parecía que iba a morir, pero vivía. Aparentemente era castigado, pero no hasta
la muerte. Parecía que estaba triste, mas siempre estaba gozoso. Era pobre,
pero enriquecía a muchos. Parecía que no tenía nada, pero lo poseía todo
(6:8-10). He ahí un verdadero cristiano; he ahí el cristianismo genuino.
Un cristiano es
una persona en quien hay una paradoja básica, pero armoniosa. La vida cristiana
es una vida en la cual hay una paradoja espiritual incomprensible. Dios nos da
esta aparente contradicción. Algunos piensan que solamente existe el tesoro,
mas no el vaso de barro. Otros piensan que el vaso de barro les impide avanzar.
El pensamiento humano siempre es extremista. Pensamos que lo ideal sería tener únicamente
el tesoro. Pensamos que el vaso de barro nos impide avanzar. Pero desde el
punto de vista de Dios vemos un tesoro puesto en vasos de barro. El vaso de
barro no se destruye ni opaca al tesoro. El tesoro se encuentra en el vaso de
barro.
El poder de Dios
se manifiesta
en la debilidad
del hombre
El apóstol dijo
que tenía un aguijón en su carne (2 Co. 12:7). No sé qué era ese aguijón, pero
si sé que debilitaba a Pablo. El oró tres veces al Señor con respecto a dicho
aguijón, con la esperanza de que el Señor se lo quitara. Pero el Señor le dijo:
“Bástate Mi gracia” (vs. 8-9). El Señor dijo que aunque el aguijón debilitaba a
Pablo, Su poder se perfeccionaba en esa debilidad. ¿Cómo puede ser el poder de
Dios perfeccionado en la debilidad humana? El dijo: “Mi poder extenderá
tabernáculo sobre tu debilidad”, lo cual significa: “Mi poder suplirá tu
debilidad”. Esta es la vida cristiana genuina. Al ser cristiano no se elimina
la debilidad, ni sólo se busca el poder del Señor. La vida cristiana consiste
en que el poder del Señor se manifieste en la debilidad del hombre. Los
cristianos no son una especie de ángeles que viven en la tierra. Ser cristiano
significa que la debilidad del hombre puede manifestar el poder de Dios.
Permítanme darles
un ejemplo. Una vez yo estaba seriamente enfermo. Me tomaron tres series de
radiografías en dos meses, y en cada ocasión el diagnóstico fue muy serio. Oré,
creí y esperaba que Dios me sanaría. A veces mi fuerza era más que de
costumbre. Confesé delante de Dios que había sido fortalecido, pero estaba
disgustado porque no sabía la razón por la cual Dios me trataba de esa manera.
En ciertas ocasiones estaba bien y lleno de fuerza, pero recaía de repente.
¿Cuál era el propósito de Dios al darme esta fuerza temporal? Estaba muy
angustiado. Un día mientras leía la Biblia, me encontré con 2 Corintios 12.
Pablo oró a Dios tres veces con respecto al aguijón, pero el Señor no estuvo
dispuesto a hacer nada, sino que dijo: “Bástate Mi gracia”. El Señor aumentó Su
gracia debido al aguijón e incrementó Su poder debido a la debilidad.
Comprendí, entonces, lo que era ser cristiano. Mientras yacía en cama, le pedí
al Señor que me mostrara más claramente qué significaba todo esto.
Interiormente, vi como un barco en un río. El barco necesitaba tres metros de
agua para navegar. Pero en el río había un roca bajo el agua, que se levantaba
unos dos metros desde el fondo del río. Si el Señor lo deseaba, podía quitar
ese peñasco para que el barco pasara, pero en lo más recóndito Dios me
preguntó: “¿Sería mejor quitar el peñasco o hacer subir el nivel del agua tres
metros?” Le dije al Señor que sería mejor que aumentara el nivel del agua.
Desde ese día
muchas de mis dificultades se terminaron. No me atrevo a decir que nunca fui
tentado de nuevo, pero alabo a Dios porque descubrí que El tiene otras maneras
para suplir nuestras necesidades. Esta es la vida cristiana. Repito, en la vida
cristiana no se elimina el peñasco; sino que se aumenta el nivel del agua. Esto
es ser cristiano. ¿Hay dificultades? Por supuesto, todos las tenemos. ¿Hay
pruebas? Sí, todos somos probados. ¿Hay debilidades? Obviamente todos tenemos
debilidades. Sin embargo, tengan muy presente que por un lado, el Señor no
elimina nuestra debilidad, y no nos da poder sin restricción, por otro. El
poder de Dios se manifiesta en la debilidad, así como nuestro tesoro se
manifiesta en vasos de barro.
La paradójica
vida espiritual
Quisiera decir
que ningún cristiano tiene un vaso de barro tan terrenal que le impida al
tesoro del Señor manifestarse. No importa cuán débiles seamos, recordemos que
el tesoro del Señor se manifiesta en el vaso de barro. Debido a esto, tanto en
Pablo como en nosotros, vemos una paradoja espiritual. ¿Sabemos qué se decía de
Pablo? Se decía que sus palabras eran menospreciables (10:10b), que los prendió
por engaño (12:16), y que era inconstante diciendo: “Sí, sí” y “no, no” (1:17).
Dijeron que sus cartas eran duras y que amedrentaban a las personas (10:9-10).
Pero, paradójicamente, el tesoro de Dios se ve muy bien en ese vaso de barro.
El tesoro de Dios no se vería muy bien sin el vaso de barro. Quiero decir con
esto, que Pablo era un hombre genuino. Gloria a Dios que el Señor resplandeció
y brotó en Pablo. El no era un hombre sin sentimientos, pues en su tristeza
dijo: “Me regocijo siempre”. No se regocijaba constantemente ni estaba triste
siempre; sino que se regocijaba en su tristeza.
Permítanme
decirles que ésta es una característica especial de la vida cristiana. Se
expresa una sonrisa mientras las lágrimas brotan. Muchos cristianos se
comportan mejor que Pablo, pero no viven como un cristiano. Ellos solamente
alaban al Señor, y no son como un cristiano. Muchos cristianos piensan que
pueden llegar a una condición en la que nunca están tristes ni preocupados. Hay
otros que continuamente están tristes o preocupados. Esto significa que el
tesoro no se ha expresado en ellos. Pero aquí, tenemos a un hombre en quien el
Señor Jesús pudo expresarse. He visto a algunos de los más prominentes hijos
del Señor. Cuando los vi, inmediatamente supe quiénes eran y qué clase de
personas eran. Pero al mismo tiempo, supe qué clase de personas eran delante
del Señor. Nosotros no queremos ver ni un vestigio del vaso de barro cuando
miramos a las personas. Sin embargo, algunas veces nuestros ojos solamente ven
el vaso de barro. Los que conocen a Dios pueden ver el tesoro que está en los
vasos de barro, al mirar a los hijos de Dios.
Una vez conocí a
una hermana en el Señor. Inmediatamente noté que ella reaccionaba con mucha
rapidez. Actuaba y hablaba apresuradamente; era rápida para reprender a otros y
veloz para escribir cartas. Pero dimos gracias al Señor porque vimos unas cien
cartas en su cesto de basura, que nunca habían sido enviadas. Debido a que el
vaso era de barro, ella podía escribir muchas cartas, pero las cartas en el
cesto de la basura mostraban que también tenía el tesoro. El tesoro estaba en
el vaso de barro. Cuando uno la veía, la reconocía. Por naturaleza era esa
clase de persona, pero uno también podía ver al Señor en ella. Algunas veces
vemos a una persona sufrir bajo ciertas pruebas. Pero también vemos las
riquezas que posee. Este es el tesoro en vasos de barro.
Espero que
podamos ver algo delante del Señor. El Señor hoy no requiere ni espera cosas
abstractas. Algunos hermanos me preguntan por qué son tan débiles. Les digo que
la debilidad no importa, pues ellos llegarán a ser fuertes. Un hermano me
preguntó, qué debía hacer después de haber hecho algo malo. Le dije que eso no
era problema, ya que lo importante es que Dios pone este tesoro en nosotros. No
necesitamos tratar de aparentar nada, ni debemos procurar reparar el vaso de
barro. No necesitamos cultivar ningún tono o estilo. Todo proviene de Dios. El
tesoro puede expresarse en nosotros, los vasos de barro.
El domingo pasado
conversé con los diáconos. Muchos de ellos dijeron que estaban orando por un
miembro de la familia, por alguna enfermedad o por algún asunto. Les pregunté
qué estaba sucediendo. Todos ellos decían que creían que Dios sanaría sus
enfermedades o que salvaría a sus hijos y cónyuges. Todos tenían mucha
confianza, tanta que no tenían la menor duda. Pero esperemos y veremos. Los
enfermos todavía están enfermos, los hijos y cónyuges todavía no se han
arrepentido, y las dificultades no han terminado. Esta clase de fe pertenece a
los ángeles, no a los vasos de barro. Su fe es demasiado abstracta, demasiado
perfecta. Nadie en el mundo tiene una fe tan grande.
Un hermano vino a
decirme que estaba aprendiendo a creer en Dios. No se atrevía a decir que
resultaría de cierto asunto. Quizá todo saldría bien, pero aun si no fuese así,
de todos modos seguiría creyendo. Oró a Dios el día anterior, y Dios le dio Su
promesa. Sabía que Dios había respondido esa mañana su oración, pero por alguna
razón, al levantarse empezó a dudar. El oró de nuevo sin saber qué hacer.
Cuando iba por la calle, comenzó de nuevo a dudar, sin saber todavía qué hacer.
Le dije que sus dudas no tenían importancia. La fe verdadera no puede morir por
las dudas. De hecho, la fe verdadera mejora cuando está rodeada de dudas. Yo sé
de qué estoy hablando. Espero que no me entiendan mal; no quiero que usted
dude. Lo importante es que nuestro vaso de barro humano es uno con el tesoro de
Dios; no solamente es el tesoro de Dios, sino que está unido al vaso de barro.
El tesoro no existe por sí solo.
Me gusta leer
acerca de la oración que la iglesia primitiva hizo para que Pedro fuera
liberado de las manos de los hombres malvados. Dios escuchó sus oraciones.
Cuando Pedro regresó a la casa y llamó a la puerta, ellos dijeron que debía de
ser su ángel (Hch. 12:12-15). ¿Podemos entender que ésta es la fe genuina? Dios
escuchó las oraciones, pero la debilidad humana persistía. No vemos que
hicieran ningún esfuerzo por esconder sus debilidades. Hoy día algunos tienen
una fe más grande que la de los que estaban en la casa de María y Marcos. Están
seguros de que Dios enviará un ángel y abrirá las puertas de la cárcel. Quizás
sean como los de los ejemplos que dimos el domingo. Si el viento sopla, dicen
que Pedro está tocando a la puerta. Si la lluvia golpea contra la casa, dicen
que Pedro está a la puerta. Tienen una fe muy grande, pero lo que creen no
sucede. Permítanme decirles francamente que esta clase de cristiano solamente
puede hacer cosas por su cuenta y engañar a los ingenuos. Los que conocen a
Dios dirán que hay un vaso de barro presente en la vida cristiana. En la vida
cristiana el tesoro está en los vasos de barro. La duda humana es
verdaderamente una abominación y es pecado. Nada que provenga únicamente del
vaso de barro puede ser aceptado. Lo importante no es el vaso de barro, sino el
hecho de que el tesoro ha sido puesto en él. No tenemos que mejorar ni arreglar
el vaso de barro. El tesoro fue puesto en el vaso.
Muchas veces
tenemos la certeza de que Dios escuchó nuestra oración. En los momentos en que
sentimos que nuestra fe es más fuerte, tal vez sintamos la presencia de las
dudas. Cuando escuchamos la voz de Dios más claramente, también escuchamos la
voz del diablo. En esta situación, le doy gracias a Dios y lo alabo por la fe
que El nos da. Esta fe no puede cambiar; siempre está presente. Podemos ver
delante de Dios que el tesoro siempre se expresa por medio del vaso de barro.
La gloria de Dios se manifiesta en el vaso de barro.
Muchos cristianos
tienen una vida y un andar muy artificiales; no expresan al tesoro. Solamente
tienen esfuerzos humanos, actividades y buena conducta. Pero en una vida
cristiana normal uno puede dudar hasta en los momentos en que tiene más
seguridad, estar débil por dentro en los momentos de más fortaleza, temeroso en
medio de la verdadera valentía ante Dios, e internamente lleno de dudas en los
momentos de más regocijo. Esta paradoja demuestra que el tesoro está en el vaso
de barro.
La debilidad
humana
no limita el
poder de Dios
Finalmente,
quisiera decir que le doy gracias a Dios especialmente porque ninguna debilidad
humana puede limitar Su poder. ¿Qué pensamos en nuestros corazones? Tendemos a
pensar que si hay tristeza, no puede haber gozo; si hay lágrimas, no puede
haber alabanza; si hay debilidad, no puede haber poder; si hay presión por
todos lados, debe haber limitación; si hay un rechazo debe haber destrucción; y
si hay dudas, es imposible que creamos. Pero esta noche me gustaría declarar
osadamente que eso no es cierto. Dios quiere que lleguemos al punto donde
veamos que todo lo humano es solamente el vaso de barro que contiene el tesoro
de Dios. Todo lo humano es el vaso de barro necesario para el tesoro de Dios.
Lo humano no puede enterrar el tesoro de Dios. No tenemos que desanimarnos
cuando nos encontramos con el desaliento. Aunque no podamos lograr algo,
debemos permitir que algo positivo entre en nosotros, y cuando esto suceda,
resplandecerá con más brillo y más gloria. Muchas veces tenemos dudas después
de haber orado y pensamos que ya no hay remedio. Pero cuando la fe viene, ella
magnifica el tesoro, a pesar de la presencia persistente de la duda. La fe hace
que el tesoro sea más glorioso. No estoy hablando de algo ideal; sé de qué
estoy hablando. El tesoro de Dios puede ser expresado en vasos de barro. Esto
es una paradoja espiritual y es precioso para todo cristiano. Es en el contexto
de esta paradoja espiritual que nosotros vivimos y aprendemos a conocer a
nuestro Dios.
Mientras seguimos
avanzando en este camino, descubriremos cuán contradictoria es la paradoja
espiritual que existe en nosotros. A medida que el tiempo pasa, encontramos que
esta separación, este abismo que divide, se ensancha cada vez más. La
contradicción que hay en nosotros se acentúa, y a la vez el tesoro se expresa
más claramente; sin embargo, el vaso de barro sigue siendo un vaso de barro.
¡Qué maravilloso es este cuadro! Nos encontramos con un hombre cuyos rasgos
originales permanecen intactos, pero Dios le da una paciencia más excelente que
su adaptabilidad natural. Es mejor ver a un hombre en quien Dios ha puesto
humildad que a una persona modesta por naturaleza. Es mejor ver a un hombre en
quien Dios ha puesto la mansedumbre que a una persona que es débil e incapaz por
naturaleza. Es mejor ver a una persona en quien reside el poder de Dios, que a
un hombre naturalmente fuerte. La diferencia es enorme. Importa muy poco qué
clase de vaso de barro tengamos; el tesoro siempre puede estar en él. El vaso
de barro sigue siendo de barro, pero ahora es un vaso lleno. Todas las personas
débiles piensan que son muy terrenales, que sus vasos están llenos de barro y
que está desahuciados. Recuerden que no hay razón para desanimarnos ni
preocuparnos. Todo lo que es espiritual, fuerte, poderoso y proveniente del
Señor, puede ser manifestado en nosotros, y brillará más intensamente y será
magnificado en los vasos de barro. Es así como vemos la importancia del tesoro.
Hermanos y
hermanas, todo depende del tesoro. Repito que todas las situaciones giran en
torno a esto. Todo resultado es positivo. Quienes ponen los ojos en las cosas
negativas son insensatos. El Señor puede expresarse en cada uno de nosotros.
Tenemos el tesoro, y muchos lo verán.
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